El primer chatbot de la historia.
Aunque la idea de conversar con una máquina puede parecer un desarrollo reciente, el primer bot conversacional, o chatbot, fue inventado hace más de 50 años. Este pionero de la Inteligencia Artificial, diseñado para responder de forma automática y coherente, se llamaba Eliza.
Eliza nació en 1966 en Estados Unidos, gracias al ingenio de Joseph Weizenbaum, un profesor de informática del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Weizenbaum diseñó Eliza como una parodia de las preguntas hechas por los psicoterapeutas seguidores de Carl Rogers, creador de la terapia centrada en el cliente. La idea era que Eliza pudiera conversar por escrito con su interlocutor, dando la sensación de que escuchaba y empatizaba con sus problemas e inquietudes, demostrando cuán superficial podía ser la comunicación entre el hombre y la máquina.
El programa utilizaba varios métodos para lograr una conversación similar a un diálogo humano. Reconocía palabras clave y formulaba preguntas relacionadas con esos temas. Por ejemplo, si el interlocutor mencionaba “padre” o “madre”, Eliza sabía que el tema era la familia y hacía preguntas al respecto. También tenía frases predefinidas como “háblame más de eso” o “continúa”, que usaba para mantener la conversación fluida. Si Eliza no encontraba palabras asociadas en su base de datos, recurría a frases genéricas como “¿Por qué dices eso?” o “¿Estás seguro?”. Además, invertía las frases del usuario y las repetía como preguntas, imitando a los psicoterapeutas.
A pesar de no poder memorizar ni aprender de sus conversaciones, Eliza sorprendió a Weizenbaum al ver que los usuarios asumían que el programa los comprendía realmente. Algunos incluso llegaron a contarle sus problemas e intimidades. Weizenbaum explicó el funcionamiento de Eliza para demostrar su superficialidad, pero esto no impidió que la gente desarrollara un vínculo empático con el software.
En 1976, Joseph Weizenbaum volcó sus experiencias en el libro “El poder de las computadoras y la razón humana“. En él, expresó su ambivalencia sobre la tecnología y advirtió sobre los peligros de otorgar a las computadoras el poder de tomar decisiones importantes, debido a su falta de cualidades humanas fundamentales como la compasión y la sabiduría.
Eliza no solo desnudó las limitaciones de la inteligencia artificial, sino que también mostró el poder de la ilusión de comprensión en la interacción humano-máquina. La fascinación por Eliza persistió, llevando a su creador a reflexionar profundamente sobre los riesgos de la tecnología. Desde entonces hasta su muerte en 2008, Weizenbaum se dedicó a advertir sobre los peligros de la tecnología y la inteligencia artificial. Consideraba que confiábamos excesivamente en herramientas poco fiables, a las que cedíamos demasiada responsabilidad.
En su libro, Weizenbaum explicó cómo atribuimos cualidades humanas a las computadoras y los límites insuperables de estos instrumentos, advirtiendo sobre la peligrosa tendencia a igualar seres humanos con máquinas. Sus advertencias son especialmente relevantes hoy, en un mundo donde la inteligencia artificial está cada vez más integrada en nuestras vidas cotidianas.
El legado de Eliza sigue siendo relevante, ya que nos recuerda los límites de la inteligencia artificial y la necesidad de abordar con cautela el desarrollo tecnológico. A medida que avanzamos hacia un futuro cada vez más digital y automatizado, Eliza nos enseña la importancia de mantener las cualidades humanas en el centro de nuestras interacciones, tanto con las máquinas como entre nosotros mismos.
Este primer chatbot también subraya la importancia de la transparencia en la tecnología. A pesar de que Weizenbaum creó Eliza para demostrar las limitaciones de las interacciones hombre-máquina, muchos usuarios creyeron en la autenticidad de sus respuestas. Esto plantea preguntas sobre la ética en el desarrollo y uso de la inteligencia artificial, y la necesidad de que los creadores de tecnología comuniquen claramente las capacidades y limitaciones de sus productos.
Eliza, aunque simple comparada con los estándares actuales, fue un precursor significativo de los chatbots y asistentes virtuales que hoy utilizamos. Su legado perdura, recordándonos tanto los maravillosos avances que hemos logrado como los peligros que aún enfrentamos. La historia de Eliza no es solo un capítulo curioso en la tecnología, sino una lección continua sobre la interacción entre humanos y máquinas, y la constante necesidad de mantenernos críticos y conscientes de nuestras propias creaciones y humanidad.